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Posts Tagged ‘Carlo Ginzburg’

De este documento, escrito por Justo Serna y Anaclet Pons, en el cual examinan la polémica entre Carlo Ginzburg y Hayden White, sus autores han puesto a disposición del público el capítulo 5 titulado AntiWhite:

«En el prefacio de El queso, Carlo Ginzburg hace profesión de fe en favor de la verdad.  Como se recordará, hay un pasaje vibrante en el que el historiador critica las formas contemporáneas del escepticismo que, a su juicio,  ejemplifica centralmente Foucault. Ese escepticismo implicaba una suerte de silencio ante una fuente sesgada, mendaz, ante una fuente que no permite la restitución del pasado porque el pasado mismo como idea es irrecuperable. Ginzburg se pronunciaba allí contra lo que llamaba el neopirronismo, contra el irracionalismo estetizante y contra un populismo negro y mudo que, invocando la voz de los excluidos, se negaría al análisis y a la interpretación. Frente a ello, oponía la búsqueda paciente y modesta de la verdad, sin temor a ser denunciado como oficiante de un desprestigiado positivismo, sin temor a ser acusado de violencia ideológica o racionalista. Esa reconstrucción podría realizarse incluso a partir de testimonios dudosos, puesto que no  por ello serían menos significativos. El Pierre Rivière de Foucault no sería objeto de interpretación para no violentarlo; en cambio, el Menocchio de Ginzburg sí que lo sería, sin ese miedo improductivo al que conduciría el silencio de Foucault. Ese silencio estaría, en parte, justificado por las críticas recibidas de Derrida, críticas dirigidas a su obra temprana, a la Historia de la locura. En opinión de Ginzburg, habría un primer Foucault interesante, el autor de una obra «irritante pero genial» que se ocuparía de estudiar la locura y las diferentes concepciones históricas de la exclusión. Pero, más adelante, y como consecuencia de su nihilismo creciente, en parte próximo al de Derrida, habría derivado hacia ese irracionalismo que denuncia y cuyos primeros vestigios podrían encontrarse en Las palabras y las cosas y en La arqueología del saber. Es decir, lo que le atrae de Foucault es su condición de pionero en el estudio de las clases populares, pero lo que rechaza es el tratamiento, un juicio en suma que seguirá manteniendo a lo largo del tiempo. Así, en la entrevista que concediera a la revista Radical History en 1986, señalaba haber descubierto en la obra de Foucault una parte muy estimulante y a la vez algo mucho más débil, incluso insostenible y en cualquier caso menos interesante. Es por eso, pues, que reconocía la ambivalencia de sus tratos con Foucault, un sentimiento que le llevaba a situar en el lado positivo el texto sobre la locura y en el negativo Las palabras y las cosas. Aun así, como ya hemos anticipado, cuando estudia la locura, el filósofo francés se ocupa más del fenómeno de la exclusión y de sus recursos que de los excluidos. Es por eso, pues, que la voz de los marginados está ausente de la obra de Foucault tanto por razones de objeto como por esa imposibilidad de restitución de la que es muestra el Pierre Rivière. Es por eso por lo que, en fin, aquel libro era ciertamente genial, pero irritante.»

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A continuación les invito a escuchar al profesor Carlo Ginzburg (después de una extensa presentación), exponiendo las tesis principales del clásico debate originado en el renacimiento sobre el alma de los brutos en las sesiones de Foerster Lectures on the Inmortality of the Soul, en la Universidad de California, en Los Angeles. El profesor Ginzburg orienta la cátedra Franklin D. Murphy sobre estudios del Renacimiento italiano.

Este video dura 53 minutos, de manera que le invito a traer papas fritas y bebida, lápiz y cuaderno.

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